martes, 11 de enero de 2011
La ley del más fuerte, o eso dicen.
Se me ocurrió regalarle por reyes a mi hermano Carlos un pez. Es uno de esos diminutos y coloridos peces tan felices que corretean (si es que se le puede llamar así) por las peceras de las tiendas, y que cuando llegan a la minipecera que les toca en tu casa se vuelven algo mustios.
Aparte de la adolescencia como motivo principal, imagino que añadí a la causa el hecho de que mi hermano es bastante despistado, y fue por eso que elegí un pez y no otro tipo de animal. Al menos el pez es silencioso y limpio, y no provocará ataques de reproches en casa. Mi hermano quería un conejo. La única opción que encontré, entre su ilusión desmedida y las rotundas negativas de mis padres, fue que llame al susodicho pez "Conejo".
El caso es que ahora, todas las mañanas siento la necesidad de ir a verle cada cierto tiempo, ya que tengo la sensación de que el pobre animalito tiene una tendencia innata a no sobrevivir, y me siento muy responsable por ello. Ayer preparamos por primera vez el cambio del agua. Todos somos más blanditos hoy día: de pequeña tuve peces y con el agua del grifo bastaba. A los de hoy hay que echarles bacterias en gotas y nosequéotracosa que quita el cloro del agua. Eso me ha traído a la mente que el otro día mi abuela me recomendó que tomara por la noche leche con azúcar tostada en una cacerola. Fue tomarlo y la tos desapareció. Hoy al hablar con ella me ha contado que cuando era pequeña, como no había dinero para más, era el único jarabe que podía tomar. Al abrir el armario de medicinas de mi casa, me ha entrado algo entre vergüenza y lástima. Imagino que lo mismo sentirían los peces que tuve de pequeña si vieran la despensa del de ahora.
Aprovecho y dejo fotos de una artista que me gusta desde hace bastante tiempo. Camilla Engman. Como nuestro nuevo animalillo no es tan fotogénico como su perro prefiero que le conozcáis a él. Se llama Morran y a Camilla le encanta. Espero que os despierte la misma ternura que a mi al verle.
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La ternura y la dulzura la pones tú con cada palabra que escribes...
ResponderEliminarTodos deberíamos acudir a nuestros abuelos en lugar de esperar las interminables listas de espera (valga la redundancia) en los centros de salud para que finalmente te receten el medicamento que tienes caducado en ese armario tan socorrido de la cocina...
Nuestros mayores... Ellos sí que saben, la experiencia es nuestro mejor maestro y sin duda al cariño y el amor, sus mejores cómplices.
_Lau_ ^^tq^^
Recuerdo cuando era pequeño y me puse enfermo con otitis, y como mi abuela cogía una patata, la calentaba, y me la ponía en la oreja, me hacía sentir tan seguro... No hay nada como los remedios de las abuelas.
ResponderEliminarSe llama Morran y a Camilla le encanta.
ResponderEliminarElla dice que corra, y Morrran corre.
Ella le dice que vuelva y Morran vuelve.
Espero que os despierte la misma ternura que a mi al verla observandolo.
(de Gulas con queso)